jueves, 4 de octubre de 2012

KENIA II - (El Maasai Mara)

Desde el Lago Nakuru emprendimos viaje hacia el Maasai Mara. Nos habían ofrecido dos alternativas: llegar allí en avioneta, o llegar por carretera. Sabíamos que el vuelo sería mucho más rápido y que las vistas desde el aire serían espectaculares; pero también pensamos que el viaje por carretera nos permitiría "tomar el pulso" al país de una forma más directa. Además la diferencia en dinero era importante, un elemento a tener siempre en cuenta. Por lo tanto, abordamos con el chofer que nos había recogido en el aeropuerto de Nairobi y que había estado con nosotros las dos noches del Lago Nakuru el camino hacia el Maasai Mara.

Se tarda casi seis horas en recorrer los aproximadamente 300 kilómetros que hay entre un enclave y el otro. De esos kilómetros, unos 130 por caminos sin asfaltar y con tramos en muy mal estado debido a lluvias de días anteriores. No quiero recordar los traqueteos, los golpes, los saltos que soportamos dando siempre gracias a Dios de que la furgoneta (una de las miles que se pueden ver en Kenia a lo largo de carreteras y caminos, especialmente diseñadas para poder abrir el techo y que los turistas puedan observar y fotografiar) no era nuestra. El conductor los tranquilizó (?) contándonos que llevaban los bajos muy protegidos con chapas de acero...

Por el camino, como pensábamos, fuimos palpaldo el discurrir cotidiano de la vida en Kenia. Nos llamó poderosamente la atención ver gente andando por todas partes; no sólo por los arcenes de la carretera si no, también, cosa más extraña, campo a través. Buscábamos las casas de donde podían venir o inténtabamos averiguar hacia donde se dirigían, en un vanal esfuerzo. Se veían muy pocas construcciones, muy diseminadas y lejísimos de donde aparecían los viandantes (?).

Coloridos edificios bajos, de una sola planta albergaban establecimientos variados: desde operadores de telecomunicaciones (Safaricom) hasta carnicerías. Un poco más tarde comenzamos a ver personas que conducían unos pequeños burros de color arena cargados con grandes sacas llenas de algún producto vegetal no identificable para nosotros. Y, en las cunetas de las carreteras, otros ofrecían parecidas mercancías y, hasta presentaban a nuestro paso mazorcas de maíz tostadas en una improvisada hogera.










Llegamos por fin al punto de encuentro donde Jorge, acompañado de Willian, el maasai que durante el resto de los días nos acompañaría siempre y sería nuestro efectivo ojeador, nos estaba esperando para conducirnos al Cheetah Mara Camp. Nos recibió efusivamente, lleno de fuerza y energía, como es él, y antes de llevarnos al Camp para comer y descansar, nos acercó a un lugar donde sabía que un grupo de leones estaba descansando. ¡Ahí nos dimos ya cuenta de que lo que habíamos vivido en el Nakuru no iba a ser nada comparado con lo que nos esperaba en su compañía!


Por el camino, una preciosa avutarda, de tamaño bastante más pequeña que las nuestras (entre una avutarda y un sisón) nos dio oportunidad de disparar las primeras fotos de esta etapa. Y, efectivamente, encontramos la mana de leones tumbados tranquilamente a la sombra de unos arbustos, sesteando.

 Comenzamos también a ver rebaños más o menos numerosos de ñús; como era un animal que siempre me había llamado la atención, "perdí un momento" en inmortalizar algún individuo aislado...
(Por cierto, a ver si le encontráis el ojo).

 Mariola no cesaba de llamar a Jorge diciéndole que la comida estaba esperándonos, que estaríamos cansados del viaje y que tendríamos ganas de asearnos un poco y descansar; pero Jorge estaba aprovechando al máximo la oportunidad de enseñarnos todo lo que nos encontrabamos en el camino. Así dimos con un grupo de elefantas con pequeñas y simpáticas crías, que nos entretuvieron un rato más:






Llegamos al fin al Camp donde nos estaban esperando todo el personal formado, como para pasar revista, que nos dieron efusivamente la bienvenida.


 



Abrazos y besos a Mariola, a la que ya parecía conocer de toda la vida, y antes de comer nos sentamos en la terraza que da al mismo río Mara, donde cada día haríamos luego el desayuno, para tomar una mercida cerva fría o un vino blanco de origen sudafricano, mientras el cantante del Camp nos deleitaba a la guitarra con el famoso "Hakuna matata".



Después de una sabrosa comida tomamos posesión de nuestras tiendas y nos tomamos un par de horas para relajarnos y descansar, sabiendo que pronto vendría Jorge a buscarnos para darnos "más caña".




Efectivamente, antes de que nos diésemos cuenta, Jorge nos proponia hacer una salida para ver si podíamos contemplar al grupo de leones cazando. Encontramos la manada con poca luz pero aún estaban descansado; faltaba un rato para que las hembras se desperezasen y comenzasen a patrullar su territorio buscando alguna presa. Desde el coche seguimos espectantes todo el proceso. Un primer ataque de una leona a un ñú se saldó con una coz y el amago de una cornada que no llegó a alcanzar a la leona; ésta, naturalmente, desistió del ataque. Pero pronto encontraron unas gacelas; se lanzaron sobre ellas y una de las leonas, de un limpio zarpazo en su costado, como cuando un halcón acuchilla a su presa, se hizo con una. Comenzó a comer mientras los machos y las otras hembras esperaban pacientemente a que llegase su turno.




Impresionados aún por la rapidez y la efectividad del ataque iniciamos la vuelta al campamento con tal mala fortuna que, cosa rara en un conductor con la experiencia de Jorge, pero el "black cotton", ese barro negro y resbaladizo, consiguió que nos atascásemos con el Land Rover. Pero al final no tuvimos que ser rescatados y salimos por nuestros propios medios...






En el campamento nos esperaba un refrigerio (vino, cerveza o gin-tonic, a elegir y unos sabrosos pinchitos) antes de pasar a la mesa, exquisitamente preparada, para dar cuenta, con apetito, de la reconfortante cena.

Así, ni más ni menos, terminó nuestro primer día en el Maasai Mara.


8 comentarios:

  1. Hola Luis.

    Buen comienzo en Mara. Excelente relato y narración. Que recuerdos de nuestros días en Mara...

    No es normal regresar de noche al campamento, afortunadamente el percance quedo en un pequeño susto.

    Esperamos impaciente el resto de los relatos.

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  2. Que bien!!!. hasta con aventuras incluídas.. jaja. El ñu esta de libro.. Muy buena imágenes Luis.. Un abrazo

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  3. Muy bien Luis, como si yo estuviera allí con vosotros jeje. Seguiré este viaje con mucho interés, es mi viaje soñado. Felicidades, un abrazo.
    Gabriel

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  4. Gracias, Gabriel. Procuraré dar toda clase de explicaciones y, por lor menos, trataré de transmitir las sensaciones que viví, que es lo importante (creo yo). Un abrazo.

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  5. Fenomenal, Luis. ¡Cómo se desprende de tu relato la intensidad con la que has vivido la experiencia!
    No sólo la relacionada con la naturaleza sino con los quehaceres de la vida cotidiana y lo que alli puede sorprenderte.
    También explicas lo contento que has quedado con el trato recibido y lo pones de manifiesto con una serie de instantáneas que nos sirven para hacernos una idea de la realidad de la vida en un lugar tan diferente a los que conocemos.
    Estamos expectantes... ¿Cómo sigue la historia?
    Ojolince y sra.

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  6. Esto ya si que es Africa, si señor, está tan bien contado y mostrado el viaje que nos permite imaginarnos que estamos por allí. Y magníficas tomas! algunas me imagino que muy difíciles con las posibilidades que daba el vehículo.
    Gracias por compartirlo, ya estamos deseando ver el siguiente capítulo.
    JL.

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  7. Que buen reportaje e ilustraciones ,te felicito Luis

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  8. guau... qué pasada... los leones, los ñús, el recibimento, las estancias...
    gracias por describirnoslo tan bien :)
    un bso

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