martes, 12 de octubre de 2010

¡¡Por fin pude fotografiar una carroñada!!

Os parecerá mentira; con todos los años que llevo en el campo, con los cientos de lugares que he recorrido; con las miles de oportunidades que buenos amigos me han brindado para fotografiar diversas especies de aves... no había tenido, hasta ahora, la oportunidad de fotografiar una carroñada con éxito. Lo intenté por primera vez hace muchos años en Monfragüe, con J.L.Rodríguez y con J.L.González Grande; no hubo manera. Volví a intentarlo dos veces más con mi buen amigo Rafa Palomo; tampoco hubo suerte. Dos veces más en tierras extremeñas, de la mano de GREENEXTREMADURA, y nada. Pero por fin el día 9 de octubre, sábado, llegó la suerte.


El día no era propicio. Amenazaba lluvia y yo había quedado ya en asistir al encuentro con Domingo García, que había venido de Emiratos Árabes y al que no tenía el placer de abrazar desde hacía casi nueve años, a pesar de que nuestra amistad se remonta a más de 25. Domingo había reservado el hide de las carroñas a GREENEXTREMADURA y había invitado, también, a José Francisco del Álamo, a quien yo tenía ganas de conocer.
Ignorando pues las predicciones climatológicas que preveían lluvia muy abundante en casi toda España, especialmente por Extremadura, hice de tripas corazón y a las 5,30h. salí de Madrid camino de Casatejada. Por el camino muchos chaparrones fuertes pero también tramos donde apenas llovía y el suelo estaba seco. A las siete estaba ya abrazando a Domingo y a José Francisco que tomaban café con Juanjo. Un café rápido y al hide, antes de que clarease mucho.

 




La primera sorpresa fue observar el magnífico trabajo que "los ingenieros" de GREENEXTREMADURA, J.L. Calvo y Susi, con l ayuda del resto del equpo (J.L.Rivero, Rafa Ruiz y Juanjo Gómez) habían hecho diseñando, construyendo, trasladando e instalando un hide al que yo desde ahora llamaré el "Hide Cuatro Estrellas": Confortable, amplio, funcional... en fin, un lugar donde plácidamente se pueden instalar tres amigos a esperar a los buitres charlando de fotografía y naturaleza.


Entre chaparrón y chaparrón (alguno bastante fuerte) pasaron un par de horas y el cielo comenzó a presentar algunos claros. Primero llegaron tres garcetas comunes a la charca de enfrente y nos tuvieron entretenidos con sus saltos y cabriolas para pescar las ranas y los anfibios que en ella se concentraban. Un poco más tarde hizo su aparición un milano real que hábilmente se llevó, en vuelo, parte de la comida que se le había puesto. Volvió y se acercó ya a la oveja para, a continuación volver a marchar.


 Vimos pasar buitres de largo y escuchamos la llamada inconfundible del águila imperial. Cuando menos lo esperábamos, enfrascados en bromas y chistes como estábamos, se descolgados dos negros y cuatro o cinco leonados. Algunos de los leonados traían ya la cabeza roja, manchada de sangre, lo que nos hizo pensar que habían comido en otro lugar. Ya pudimos hacer las primeras fotos y quitarnos el mono. Luego tan inesperadamente como habían llegado, se fueron, dejándonos con la duda de si eso había sido todo o habría más.

Entonces, aprovechamos para tomar un tente en pié. Al cabo de hora y media, volvimos a sentir fuertes aleteos y, a continuación, comenzaron a caer buitres del cielo. El más atrevido de los tres primeros comenzó a caminar hacia la oveja y, en cuanto se situó en posición de comer, se acercaron los otros dos y luego todos los demás que iban llegando. Aquello se convirtió, en un momento, en un espectáculo de gritos, saltos, peleas... Nuestras cámaras comenzaron a disparar a diestro y siniestro. No sabíamos a qué atender primero si a los dos que se alejaban, peleando por una tripa, o a los que ya estaban en plena faena, con la cabeza dentro del cuerpo de la oveja.




Los leonados, arrastraron la oveja hasta el agua de la charca y un agresivo negro que llegó después, por el contrario, se empeñó en sacarla. Así estuvieron un buen rato dándonos la oportunidad de hacer unas fotos fuera de lo corriente.

Para terminar, como plato de lujo, un milano real volvió y se posó en una carcasa muy cerca del hide, deleitándonos con poses magníficas, jugando con una pluma de buitre negro y subiéndose encima del cráneo de la oveja.



En fin, un magnífico día, con dos buenos amigos, con risas, con comentarios, aprendiendo unos de otros sobre fotografía o sobre naturaleza. Creo que más, no se puede pedir.


El regreso a Madrid, como supondréis, fue más alegre que la ida.