domingo, 7 de octubre de 2012

KENIA III (Seguimos en el Maasai Mara)

Ya he dejado constacia en la anterior entrada de la impresión que recibimos al llegar al Maasai Mara y "ponernos en manos" de Jorge Alesanco. En ésta seguiré contando historias y subiendo fotografías pero sin estar ya limitado a una exposición fielmente cronológica. No respasaré día a día, pero sí señalaré las actividades que más nos llamaron la atención.

Bien es verdad que nos trajimos una pequeña desilusión: A pesar de haber dedicado bastantes horas, tres de los seis días, a esperar frente a los lugares típicos por donde ñús y cebras cruzan el río Mara en uno u otro sentido en su proceso de migración anual, no pudimos gozar de dicho espectáculo, por otra parte, bien conocido a través de cientos de documentales televisivos.








Únicamente en una ocasión pudimos contempar el cruce de una cebra, el macho dominante de un pequeño grupo familiar de seis o siete que, desesperado por llegan "al paraiso" que esperaba encontrar en la otra orilla, se lanzó al agua, cruzó sin ningún problema y, con unos "ladridos" que nos daban pena (si ese sentimiento cabe frente a un hecho normal en la naturaleza), muy cerca de nuestro coche, llamaba y animaba al resto de su grupo para que cruzase.



  Los cocodrílos esperaban pacientemente anclados en medio de la corriente o en las orillas, a que el grueso de las manadas se decidiesen a dar el paso y poder, así, darse un buen festín. Pero tuvieron que esperar porque el fenómeno no se produjo. También los hipos daban ambiente al paisaje con sus moles tendidas al sol bajos los cortados arcillosos de la rivera.




 

Las esperas para ver el cruce fueron interesantes porque tuvimos ocasión de ver y fotografiar otras especies cerca del río. Una garza de cabeza negra nos dio un recital con un lagarto, bastante grande, que acababa de atrapar y que luego se tragó enterito. Los facocheros y los babuinos también contribuyeron a hacernos menos largas las esperas.





Y cuando llegaba la hora, una sombra nos permitía tomar el pic-nic confortablemente instalados en las mesas y las sillas, estilo "Memorias de África" que nuestro anfitrión, Jorge, llevaba preparadas en el coche.



De regreso al campamento, una de las tardes, tuvimos oportunidad de observar cómo la tormenta que había pasado ya por la zona, dejaba dibujado un precioso arco irís en el cielo. El aire, sin contaminación alguna, se había vuelto, de repente, más claro y transparente y un olor a tierra mojada inundaba la sabana.




¿Se puede pedir más para acabar la jornada?

jueves, 4 de octubre de 2012

KENIA II - (El Maasai Mara)

Desde el Lago Nakuru emprendimos viaje hacia el Maasai Mara. Nos habían ofrecido dos alternativas: llegar allí en avioneta, o llegar por carretera. Sabíamos que el vuelo sería mucho más rápido y que las vistas desde el aire serían espectaculares; pero también pensamos que el viaje por carretera nos permitiría "tomar el pulso" al país de una forma más directa. Además la diferencia en dinero era importante, un elemento a tener siempre en cuenta. Por lo tanto, abordamos con el chofer que nos había recogido en el aeropuerto de Nairobi y que había estado con nosotros las dos noches del Lago Nakuru el camino hacia el Maasai Mara.

Se tarda casi seis horas en recorrer los aproximadamente 300 kilómetros que hay entre un enclave y el otro. De esos kilómetros, unos 130 por caminos sin asfaltar y con tramos en muy mal estado debido a lluvias de días anteriores. No quiero recordar los traqueteos, los golpes, los saltos que soportamos dando siempre gracias a Dios de que la furgoneta (una de las miles que se pueden ver en Kenia a lo largo de carreteras y caminos, especialmente diseñadas para poder abrir el techo y que los turistas puedan observar y fotografiar) no era nuestra. El conductor los tranquilizó (?) contándonos que llevaban los bajos muy protegidos con chapas de acero...

Por el camino, como pensábamos, fuimos palpaldo el discurrir cotidiano de la vida en Kenia. Nos llamó poderosamente la atención ver gente andando por todas partes; no sólo por los arcenes de la carretera si no, también, cosa más extraña, campo a través. Buscábamos las casas de donde podían venir o inténtabamos averiguar hacia donde se dirigían, en un vanal esfuerzo. Se veían muy pocas construcciones, muy diseminadas y lejísimos de donde aparecían los viandantes (?).

Coloridos edificios bajos, de una sola planta albergaban establecimientos variados: desde operadores de telecomunicaciones (Safaricom) hasta carnicerías. Un poco más tarde comenzamos a ver personas que conducían unos pequeños burros de color arena cargados con grandes sacas llenas de algún producto vegetal no identificable para nosotros. Y, en las cunetas de las carreteras, otros ofrecían parecidas mercancías y, hasta presentaban a nuestro paso mazorcas de maíz tostadas en una improvisada hogera.










Llegamos por fin al punto de encuentro donde Jorge, acompañado de Willian, el maasai que durante el resto de los días nos acompañaría siempre y sería nuestro efectivo ojeador, nos estaba esperando para conducirnos al Cheetah Mara Camp. Nos recibió efusivamente, lleno de fuerza y energía, como es él, y antes de llevarnos al Camp para comer y descansar, nos acercó a un lugar donde sabía que un grupo de leones estaba descansando. ¡Ahí nos dimos ya cuenta de que lo que habíamos vivido en el Nakuru no iba a ser nada comparado con lo que nos esperaba en su compañía!


Por el camino, una preciosa avutarda, de tamaño bastante más pequeña que las nuestras (entre una avutarda y un sisón) nos dio oportunidad de disparar las primeras fotos de esta etapa. Y, efectivamente, encontramos la mana de leones tumbados tranquilamente a la sombra de unos arbustos, sesteando.

 Comenzamos también a ver rebaños más o menos numerosos de ñús; como era un animal que siempre me había llamado la atención, "perdí un momento" en inmortalizar algún individuo aislado...
(Por cierto, a ver si le encontráis el ojo).

 Mariola no cesaba de llamar a Jorge diciéndole que la comida estaba esperándonos, que estaríamos cansados del viaje y que tendríamos ganas de asearnos un poco y descansar; pero Jorge estaba aprovechando al máximo la oportunidad de enseñarnos todo lo que nos encontrabamos en el camino. Así dimos con un grupo de elefantas con pequeñas y simpáticas crías, que nos entretuvieron un rato más:






Llegamos al fin al Camp donde nos estaban esperando todo el personal formado, como para pasar revista, que nos dieron efusivamente la bienvenida.


 



Abrazos y besos a Mariola, a la que ya parecía conocer de toda la vida, y antes de comer nos sentamos en la terraza que da al mismo río Mara, donde cada día haríamos luego el desayuno, para tomar una mercida cerva fría o un vino blanco de origen sudafricano, mientras el cantante del Camp nos deleitaba a la guitarra con el famoso "Hakuna matata".



Después de una sabrosa comida tomamos posesión de nuestras tiendas y nos tomamos un par de horas para relajarnos y descansar, sabiendo que pronto vendría Jorge a buscarnos para darnos "más caña".




Efectivamente, antes de que nos diésemos cuenta, Jorge nos proponia hacer una salida para ver si podíamos contemplar al grupo de leones cazando. Encontramos la manada con poca luz pero aún estaban descansado; faltaba un rato para que las hembras se desperezasen y comenzasen a patrullar su territorio buscando alguna presa. Desde el coche seguimos espectantes todo el proceso. Un primer ataque de una leona a un ñú se saldó con una coz y el amago de una cornada que no llegó a alcanzar a la leona; ésta, naturalmente, desistió del ataque. Pero pronto encontraron unas gacelas; se lanzaron sobre ellas y una de las leonas, de un limpio zarpazo en su costado, como cuando un halcón acuchilla a su presa, se hizo con una. Comenzó a comer mientras los machos y las otras hembras esperaban pacientemente a que llegase su turno.




Impresionados aún por la rapidez y la efectividad del ataque iniciamos la vuelta al campamento con tal mala fortuna que, cosa rara en un conductor con la experiencia de Jorge, pero el "black cotton", ese barro negro y resbaladizo, consiguió que nos atascásemos con el Land Rover. Pero al final no tuvimos que ser rescatados y salimos por nuestros propios medios...






En el campamento nos esperaba un refrigerio (vino, cerveza o gin-tonic, a elegir y unos sabrosos pinchitos) antes de pasar a la mesa, exquisitamente preparada, para dar cuenta, con apetito, de la reconfortante cena.

Así, ni más ni menos, terminó nuestro primer día en el Maasai Mara.