Bien es verdad que nos trajimos una pequeña desilusión: A pesar de haber dedicado bastantes horas, tres de los seis días, a esperar frente a los lugares típicos por donde ñús y cebras cruzan el río Mara en uno u otro sentido en su proceso de migración anual, no pudimos gozar de dicho espectáculo, por otra parte, bien conocido a través de cientos de documentales televisivos.
Únicamente en una ocasión pudimos contempar el cruce de una cebra, el macho dominante de un pequeño grupo familiar de seis o siete que, desesperado por llegan "al paraiso" que esperaba encontrar en la otra orilla, se lanzó al agua, cruzó sin ningún problema y, con unos "ladridos" que nos daban pena (si ese sentimiento cabe frente a un hecho normal en la naturaleza), muy cerca de nuestro coche, llamaba y animaba al resto de su grupo para que cruzase.
Los cocodrílos esperaban pacientemente anclados en medio de la corriente o en las orillas, a que el grueso de las manadas se decidiesen a dar el paso y poder, así, darse un buen festín. Pero tuvieron que esperar porque el fenómeno no se produjo. También los hipos daban ambiente al paisaje con sus moles tendidas al sol bajos los cortados arcillosos de la rivera.
Las esperas para ver el cruce fueron interesantes porque tuvimos ocasión de ver y fotografiar otras especies cerca del río. Una garza de cabeza negra nos dio un recital con un lagarto, bastante grande, que acababa de atrapar y que luego se tragó enterito. Los facocheros y los babuinos también contribuyeron a hacernos menos largas las esperas.
Y cuando llegaba la hora, una sombra nos permitía tomar el pic-nic confortablemente instalados en las mesas y las sillas, estilo "Memorias de África" que nuestro anfitrión, Jorge, llevaba preparadas en el coche.
De regreso al campamento, una de las tardes, tuvimos oportunidad de observar cómo la tormenta que había pasado ya por la zona, dejaba dibujado un precioso arco irís en el cielo. El aire, sin contaminación alguna, se había vuelto, de repente, más claro y transparente y un olor a tierra mojada inundaba la sabana.
¿Se puede pedir más para acabar la jornada?
Vaya viajecito y menudo reportaje, este y los anteriores, enhorabuena y !!!!quien pudiera!!!!Saludos
ResponderEliminarPues no creo que se pueda ni se deba pedir más a una jornada como la relatada, intensa y a un tiempo agraciada con buenos momentos de descanso y relajación. Y más aún, con la recompensa de esos reportajes guardados en retina y cámara. Bravo, Luis.
ResponderEliminarChulo, chulo...
ResponderEliminarMuy buenas fotos, Luís. A pesar de no ver la migración quédate con lo mejor, la compañía y la ilusión y emociones por estar allí presente.
ResponderEliminarAbrazos.
ohh que bonito todo!!
ResponderEliminary mírales ahí, como reyes ;)
un bso
A pesar de no poder haber sido testigo de esa gran avalancha migratoria sobre el Mara, ver de primera mano todo esos animales y paisajes debe ser "una gozada". Enhorabuena, las fotos son geniales. Saludos de Antonio Mérida.
ResponderEliminarLindo reportaje me gusta el blog voy a seguirte.
ResponderEliminarSaludos y abrazos.
Gracias, Pizarro.
ResponderEliminarAlgún día Luis espero que me cuentes este viaje tomando una ceveza.
ResponderEliminarPor supuesto, Amador, y si es en Asturias, después de haber pillado bien a los limícolas, mucho mejor. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarQue pasada!!! y que envidia,pero siempre sana,ehhh.
ResponderEliminarFelicidades por tu blog,son unas fotografias magnificas.
http://kanito78.blogspot.com.es/
Hola amigo.
ResponderEliminarMagnífica entrada con unas fotos extraordinarias. Me imagino lo que disfrutarías mientras las hacías.
Buen trabajo.
Un abrazo desde Doña Mencía.